Ceferino no hizo nada extraordinario: no realizó prodigios, no tuvo durante su vida gestos súper heroicos. Vivió con sencillez la vida de muchos otros chicos, como uno más en su tribu "los mapuches". O como cualquier otro alumno de los Colegios salesianos por donde pasó. Pero precisamente supo llenar de sentido cristiano, de vigor “espiritual” los pequeños hechos de la jornada en su natal Argentina.
Su testimonio nos dice que la santidad sencilla es posible. Que no necesitamos apartarnos de nuestra vida cotidiana para vivir nuestra vocación bautismal. Que allí donde estamos y en las cosas concretas que vivimos estamos invitados a la santidad!!!
La invitación es también para ti!!!
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